La maldad es. No hay más. Ni principios, ni opciones, ni contradicciones. Es y punto final. Ahí comienza la congruencia y la abrupta facilidad de convertirse en un deseo imperturbable. En la Atenas del silencio. Compuesto con estoicismos degradados, columpios en la genealogía de la prepotencia. Columnas del ardor social. Ahí retumba el contexto, la…
